Canalblog
Editer l'article Suivre ce blog Administration + Créer mon blog
Publicité
alcazar451
14 septembre 2005

Plus de 70 000 enfants accusés de sorcellerie sont torturés et abandonnés au Congo (La Razon, en espagnol)

Más de 70.000 niños acusados de brujería son torturados y abandonados en el Congo

Los misioneros católicos luchan contra la superstición y las sectas en un país destruido por la guerra

Marco Trovato

La persecución contra los «niños brujos» es la excusa más fácil para librarse de una boca más que alimentar en un país en crisis

Kinshasa- Son 30.000 sólo en Kinshasa, víctimas indefensas de la crisis social y económica. Sus padres y familiares los han echado a la calle acusados de «estar poseídos por el demonio». Son maltratados y marginados por los suyos, cuando no torturados o linchados. Las sectas y algunas iglesias locales alimentan la histeria colectiva y mientras, entre el silencio general, sólo unos pocos misioneros y laicos cristianos los defienden y denuncian esta horrenda persecución. Se les puede encontrar por las calles, en el mercado, por las aceras. Visten con harapos cosidos por ellos mismos y viven de limosna, de trabajos míseros, de pequeños robos. Pasan hambre y esnifan droga. Son un silencioso ejército de dimensiones aterradoras: según las estimaciones del a ONU, en la República Democrática del Congo viven 70.000 niños sin techo, de los cuales casi 30.000 viven en la capital, Kinshasa.

   La pesadilla para el pequeño André comenzó con un pequeño accidente doméstico. La televisión de casa se rompió del peor modo posible: de un pelotazo jugando al fútbol. «Mi padre estaba fuera de sí: comenzó a gritar, me acusó de ser el culpable del accidente. Decía que yo era un pequeño brujo y yo me puse a llorar, tenía mucho miedo», recuerda. A Patrick, de 6 años, en cambio, lo echaron a la calle porque su tío perdió su trabajo: «Me pegaron para obligarme a confesar que le había hecho un maleficio», relata. Meli, de 12 años, fue acusada por su familia de haber matado a su madre: «Decían que yo era peligrosa porque habría podido matar a más gente a través de la magia negra».

   Acusar a los débiles. Al pequeño Giresse la acusación de brujería le llegó a través de un sueño: «Mi padre soñó que yo le mataba y de la noche a la mañana me encontré en la calle». Hoy, en Kinshasa pocos dudan de la existencia de la brujería infantil. Y cuanto más se agudiza la crisis económica, mayor es el número de niños abandonados a causa de sus presuntos «poderes» ocultos. No es casual que estos pequeños «brujos» provengan siempre de familias pobres e indigentes, donde a menudo la madre ha muerto o el padre está combatiendo (no está de más recordar que el Congo es el gran teatro de una guerra olvidada que en cinco años ha provocado tres millones y medio de muertos). Acusan a los pequeños con minusvalías, a los epilépticos, hijos frágiles, tímidos o tartamudos. Pero también a niños particularmente inteligentes y vivos. La acusación de brujería es, simplemente, la excusa para librarse de una boca más que alimentar.

   Wily Efoko, 30 años, cuenta cómo echó de casa a su único hijo, de siete años: «Era una auténtica maldición», dice. «Desde que se ha ido han desaparecido todos mis dolores físicos. Ahora que está lejos, estoy seguro de que encontraré un puesto de trabajo y ganaré mucho dinero». Testimonios como éste se recogen con desconcertante facilidad en Kinshasa. En Montgafula, un suburbio de la capital, un pequeño grupo de personas enfurecidas quemó vivo a un niño de 8 años: «Lo acusaban de hacer sortilegios», cuenta Kisisa Meriette, la madre del niño. «Nuestros vecinos lo rociaron con petróleo y le echaron encima una cerilla. Mi hijo gritaba, pedía ayuda. Fue devorado por las llamas. Nunca me perdonaré no haber logrado salvarlo». Una historia paralizante y real, como tantas otras que no son noticia. Mientras, las sectas complican el rescate: Iglesias pentecostales o apocalípticas que mezclan el cristianismo con las creencias locales, enfatizando la superstición. Muchos niños son confiados a los «pastores» de las sectas para ser exorcizados. Basta pagar a los sacerdotes por su trabajo y facilitarles los ingredientes necesarios para el exorcismo. Los rituales de purificación son siempre violentos, cuando no crueles. Algunos niños han contado que han sido recluidos bajo llave durante semanas, torturados con hierros candentes, obligados a tomar laxantes en dosis masivas y fármacos que inducen al vómito. «Mentiras, son todo mentiras. No se utiliza la violencia para combatir a los pequeños endemoniados», asegura el renombrado pastor Onokoko, autoproclamado «Profeta de Cristo».

Fallece un sacerdote que fue fusilado hace 67 años

Álex Navajas

Publicité
Publicité
Commentaires
Publicité
Archives
Derniers commentaires
Publicité